LA DIMENSIÓN TRINITARIA DEL MISTERIO DE LA
ENCARNACION
El Verbo tuvo piedad de nuestra raza
y de nuestra debilidad y, compadecido de nuestra corrupción, no soportó que la
muerte nos dominase, para que pereciere lo que había creado, con lo que hubiera
resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para
sí un cuerpo semejante como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en su
cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible.
La Encarnación del Hijo es un único
acto, común a las tres Personas divinas: “El hecho de que María concibiese y
diese a luz es obra de la Trinidad, ya que las obras de la Trinidad son
inseparables” (S Agustín).
Afirmar que “Uno de la Trinidad se ha
hecho hombre” se ha hecho necesariamente problemática:
a) La problemática
teológica, abierta desde la formulación por K. Rahner del Grudaxiom, sobre la “conveniencia” de la encarnación de la segunda
Persona y la doctrina de las “apropiaciones” en la teología clásica.
b) Las grandes líneas del testimonio unitario de la Escritura sobre
el compromiso y la actuación
salvífica del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en el misterio de la
Encarnación.
De
la Teología y Cristología podemos deducir:
La relación que existe entre el
misterio de la Trinidad y el de la Encarnación= Dios-Padre-> Hijo->
Espíritu Santo.
En San Pablo podemos ver el compromiso
personal del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la encarnación. El envío
de Hijo y del Espíritu Santo desde Dios-Padre.
“Pero cuando se
cumplió el plazo envió Dios a su hijo, nacido de mujer, sometido a la Ley, para
rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, para que recibiéramos la
condición de hijos. Y la prueba de que sois hijos, es que Dios envió a vuestro
interior el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba! ¡Padre! De modo que ya no
eres esclavo, sino hijo, y si eres hijo eres también heredero, por obras de
Dios” (Gál 4,4).
Bajo esta auténtica
“autocomunicación” de Dios por la revelación es posible para el hombre conocer
el misterio trinitario de Dios. La revelación de Dios es la revelación de Dios
uno y trino: el Padre de Jesús, que implica que Jesús es el Hijo de Dios; y el
Espíritu Santo como don del Padre y del Hijo que nos introduce en la intimidad
de su vida.
El misterio de Dios uno y trino es
el punto central de la fe cristiana y la fuente de todos los otros misterios
cristianos, siendo a la vez la luz que los ilumina.
La revelación de Dios uno y trino
determina la especificidad y originalidad cristiana de la noción de Dios. El
monoteísmo cristiano es el del Dios trino, por lo que no se puede identificar
sin más con el Judaísmo o el Islam. Nuestro monoteísmo no es absoluto es
relativo es Trinitario.
El cristianismo, a diferencia de las
demás religiones, confiesa que este Dios personal y trascendente, incluso
permaneciendo tal, se ha hecho hombre. La existencia de Jesús de Nazaret ofrece
todas las garantías históricas y teológicas de su encarnación personal, única,
absoluta y definitiva: “la voluntad salvífica universal de Dios Uno y Trino es
ofrecida y cumplida una vez para siempre en el misterio de la encarnación,
muerte y resurrección del Hijo de Dios” (Decl Domini Jesus 14).
Jesucristo es el lugar personal de
encuentro y diálogo entre la divinidad y la humanidad, entre el eterno y la
historia, entre el absoluto y lo relativo. Su persona y su acontecimiento
constituyen la síntesis y el cumplimiento supremo de toda mediación salvífica
pasada, presente y futura.
La pretensión del cristianismo no
es fundamentalismo. El cristianismo respeta la libertad y lo hace desde la
humildad. La moral cristiana es Verdad-libertad. Lo seguimos en la libertad
pero la Verdad no la construye la libertad.
El misterio de la encarnación y
el misterio trinitario están en íntima y
reciproca relación: “La economía de Jesucristo revela al Dios Trino; Jesucristo
sólo puede ser conocido en su misión si se entiende correctamente la presencia
singular de Dios mismo en él. Por ello, teocentrismo y cristocentrismo se
iluminan y postulan mutuamente” (CTI)
La encarnación tiene su fuente y su
explicación en la Trinidad, y la Trinidad encuentra en la Encarnación su
expresión y su prolongación ad extra, ya
que en la fecundidad ad extra de Dios
tiene su manifestación libre y gratuita no sólo en la creación, sino en la
redención y en la misión del Hijo, que extiende a la humanidad entera y al
cosmos la participación en la vida divina:
“La Trinidad económica es la Trinidad
inmanente, y viceversa” (Rahner). Dios uno y trino se revela en la “economía”
tal y como es en su vida inmanente, a través de la revelación de Cristo tenemos
acceso a la teología. Sólo a partir de la revelación acaecida en Cristo tiene
sentido que hablemos del Dios trino.
El modo como la Trinidad se presenta
a nosotros en la economía de la salvación ha de reflejar como es en sí mismo:
“Parece que esta reflexión se impone. De lo contrario la salvación del hombre
no sería Dios mismo, habría que buscarla en otro sitio, o el Dios que se revela
y nos salva no es el que es en sí mismo; lo cual evidentemente no es concorde
con la fe cristiana” (Ladaria).
Aunque
Dios es siempre mayor que todo lo que de él podemos conocer, la revelación cristiana afirma que eso “mayor”
es siempre trinitario.
FRANCISCO
JUAN LOPEZ ALBALADEJO
Diácono
(permanente)
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