DIACONIA DE LA CARIDAD

En la triple diaconía del evangelio
anunciado, celebrado y vivido, los diáconos ponen de relieve que es Cristo
quien ama en la persona del diácono y lo que hace el diácono es por Cristo. Su función es dar testimonio de que la caridad
cristiana emana del amor de Dios manifestado
en Cristo Diácono del Padre. Así
los diáconos participan del amor de Dios por sus hijos y es manifestado en el
amor de Cristo por los hombres.
Los diáconos como ministros de la Iglesia expresan el amor
preferencial de Cristo por todo, especialmente por los pobres, marginados,
excluidos, inmigrantes, etc. Igualmente
los diáconos son en la Iglesia signos sacramentales de Cristo lavando los pies a los discípulos[2],
que vino al mundo a servir y no a ser servido[3].
Esta acción de Jesús sitúa a la Iglesia en diaconía para con los más pobres.
Los diáconos están en comunión con Dios y los hermanos a través del servicio que se explicita en la
caridad y en el testimonio de amor.
De este modo, si se contempla en clave
cristológica, este ministerio diaconal trasciende todo el trabajo social y caritativo y lo transforma en la salvación que Dios ofrece. El diácono no es meramente un trabajador
social ordenado, Ignacio de Antioquia en referencia a la primera carta a los
Corintios llama a los diáconos «diáconos
de los misterios de Cristo, pues no son diáconos de carne y bebida sino siervos
de la Iglesia de Dios»[4].
Hay quienes caen en un reduccionismo del ministerio de la caridad
restringiéndolo a una simple acción social. Este es un peligro del que tenemos
que ser conscientes para no caer en un concepto muy limitado del diaconado. Hay diáconos que poseen un carisma especial
para el ministerio de la acción social dentro de la caridad, pero el diaconado
no se puede reducir simplemente a la acción caritativo-social.
En el ejercicio de las obras de
caridad que el obispo le confiará[5],
se dejará guiar siempre por el amor de Cristo hacia los pobres y no por intereses personales o ideologías que niegan la vocación
trascendental del hombre. El diácono es
consciente de que la diaconía de la caridad conduce necesariamente a promover
la comunión dentro de la iglesia de todos los hombres por la cooperación con
los presbíteros y la comunión con el obispo[6].
Para ejercer el ministerio diaconal
de la caridad el diácono debe comenzar por vivir y sentir la caridad de Cristo en su vida cotidiana, en su
matrimonio y en su familia.
El diácono ejercerá la
caridad sobre todo con los presbíteros, les ofrecerá apoyo moral y espiritual y
deberá hacerlo aun cuando no reciba de los demás clérigos el apoyo que él
necesita, así se asemejará de verdad a Cristo servidor de todos hombres y en
esta Diaconía de Cristo tendrá el diácono el modelo a seguir.

En el ministerio de la caridad los
diáconos deben configurarse con Cristo Siervo al cual representan, por eso en la oración de ordenación el obispo pide para ellos a Dios Padre que «Estén llenos de toda virtud; sinceros en la
caridad, premurosos hacia los pobres y los débiles, humildes en su servicio (…)
Sean imagen de tu Hijo, que no vino para ser servido sino para servir»[7].
Con el ejemplo y la palabra, ellos deben esmerarse para que todos los fieles,
siguiendo el modelo de Cristo, se pongan en constante servicio a los hermanos.

El amor a Cristo y a la Iglesia debe
estar en el alma del diácono profundamente unido al amor a la Madre del Señor en
la imitación de sus virtudes y en la confiada entrega a Ella[8]
.
Debe estar el diácono preparado para
ejercer la Diaconía de Cristo en estos tiempos que nos ha tocado vivir y, por
tanto, dispuesto para emprender iniciativas encaminadas al alivio del
sufrimiento ajeno estudiando en cada momento los recursos y conocimientos que
se ponen a su alcance teniendo siempre presente la Doctrina Social de la
Iglesia tantas veces olvidada por todos.
FRANCISCO LOPEZ
Diácono (permanente)
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