BLOG PERSONAL

Este es el blog personal del diácono permanente de la Diócesis de Orihuela-Alicante FRANCISCO JUAN LOPEZ ALBALADEJO.
Diaconia es sacramento, es entrega, es consagración al servicio ministerial del Señor y de los hermanos. De los hermanos que necesitan escuchar la Palabra de vida eterna encarnada: "Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68); haciendo presente a Jesucristo en la comunidad cristiana y al mundo.

Si quieres puedes visitar el blog de los Diáconos permanentes de la Diócesis de Orihuela-Alicante: http://diaconosorihuela-alicante.blogspot.com

Datos personales

Mi foto
ORIHUELA, ALICANTE, Spain
Diácono permanente de la Diócesis de Orihuela-Alicante. Licenciado en Ciencias Religiosas

domingo, 11 de noviembre de 2012

LA DIACONIA DE LA CARIDAD


DIACONIA DE LA CARIDAD

         El diácono tiene encomendado además del ministerio de la liturgia y de la palabra el de la caridad. A este servicio ministerial se refiere la elección de los primeros  diáconos por los Apóstoles, entre los cuales se encontraba san Esteban como se describe en los Hechos de los Apóstoles[1] y en donde se ve al diácono llamado a la administración de la caridad.  La atención a los necesitados fue siempre  oficio de los diáconos y la Iglesia nos ofrece el ejemplo de San Lorenzo, archidiácono de Roma, como mártir de la caridad y patrón de los que ejercen de una manera particular  este ministerio de amor hacia los pobres que son considerados como el mayor tesoro de la Iglesia.

          En la triple diaconía del evangelio anunciado, celebrado y vivido, los diáconos ponen de relieve que es Cristo quien ama en la persona del diácono y lo que hace el diácono es por Cristo.  Su función es dar testimonio de que la caridad cristiana emana del amor de Dios manifestado  en  Cristo Diácono del Padre. Así los diáconos participan del amor de Dios por sus hijos y es manifestado en el amor de Cristo por los hombres.

          Los diáconos  como ministros de la Iglesia expresan el amor preferencial de Cristo por todo, especialmente por los pobres, marginados, excluidos, inmigrantes, etc.  Igualmente los diáconos son en la Iglesia signos sacramentales de  Cristo  lavando los pies a los discípulos[2], que vino al mundo a servir y no a ser servido[3]. Esta acción de Jesús sitúa a la Iglesia en diaconía para con los más pobres. Los diáconos están en comunión con Dios y los hermanos  a través del servicio que se explicita en la caridad y en el testimonio de amor.

         De este modo, si se contempla en clave cristológica, este ministerio diaconal trasciende  todo el trabajo  social y caritativo y lo transforma en la  salvación que Dios ofrece.  El diácono no es meramente un trabajador social ordenado, Ignacio de Antioquia en referencia a la primera carta a los Corintios  llama a los diáconos «diáconos de los misterios de Cristo, pues no son diáconos de carne y bebida sino siervos de la Iglesia de Dios»[4]. Hay quienes caen en un reduccionismo del ministerio de la caridad restringiéndolo a una simple acción social. Este es un peligro del que tenemos que ser conscientes para no caer en un concepto muy limitado del diaconado.  Hay diáconos que poseen un carisma especial para el ministerio de la acción social dentro de la caridad, pero el diaconado no se puede reducir simplemente a la acción caritativo-social.

          En el ejercicio de las obras de caridad que el obispo le confiará[5], se dejará guiar siempre por el amor de Cristo hacia los pobres y no por  intereses personales o  ideologías que niegan la vocación trascendental del hombre.  El diácono es consciente de que la diaconía de la caridad conduce necesariamente a promover la comunión dentro de la iglesia de todos los hombres por la cooperación con los presbíteros y la comunión con el obispo[6].

          Para ejercer el ministerio diaconal de la caridad el diácono debe comenzar por vivir y sentir la caridad  de Cristo en su vida cotidiana, en su matrimonio y en su familia.

          El diácono ejercerá la caridad sobre todo con los presbíteros, les ofrecerá apoyo moral y espiritual y deberá hacerlo aun cuando no reciba de los demás clérigos el apoyo que él necesita, así se asemejará de verdad a Cristo servidor de todos hombres y en esta Diaconía de Cristo tendrá el diácono el modelo a seguir.

          La Iglesia siempre tendrá un lugar preferencial en su corazón para los pobres y los necesitados  pues  la caridad es responsabilidad de toda la Iglesia, el hecho, sin embargo, de que en la persona del diácono este servicio esté sacramentalmente ligado a la proclamación de la Palabra y la celebración de la Liturgia, demuestra que la caridad a la cual están llamados los cristianos tiene su origen en Cristo, en los  misterios de su Encarnación,  Muerte y Resurrección. Este ministerio que el orden episcopal confía al diácono es un tesoro del cual el diácono no puede deshacerse, tesoro que es de institución apostólica. Aún en el caso de que la sociedad moderna extirpara completamente la pobreza siempre habrá lugar para la caridad y el diácono.

          En el ministerio de la caridad los diáconos deben configurarse con Cristo Siervo al cual representan,  por eso en la oración de ordenación  el obispo pide para ellos a Dios Padre que  «Estén llenos de toda virtud; sinceros en la caridad, premurosos hacia los pobres y los débiles, humildes en su servicio (…) Sean imagen de tu Hijo, que no vino para ser servido sino para servir»[7]. Con el ejemplo y la palabra, ellos deben esmerarse para que todos los fieles, siguiendo el modelo de Cristo, se pongan en constante servicio a los hermanos.

         Decir diaconía de la caridad es decir diaconía del amor, porque «Dios es amor» (1Jn 4,16). Da satisfacción pensar que el diácono sea ministro del amor, porque el amor está en el centro de la vida cristiana: «ubi caritas est vera, Deus ibi est», donde hay verdadera caridad, allí está Dios. El ministerio de la caridad, junto al de la Palabra y de la Liturgia enriquece espiritualmente al diácono,  pues la celebración eucarística a la que el diácono sirve y la Palabra que proclama y predica le exige conformar su vida con el misterio celebrado y el misterio celebrado es la donación total de Cristo en su muerte y resurrección. Si quiere ser diácono del amor de Cristo, su servicio de caridad debe ser expresión de la entrega incondicional de sí, a imagen de Cristo.

         El amor a Cristo y a la Iglesia debe estar en el alma del diácono profundamente unido al amor a la Madre del Señor en la imitación de sus virtudes y en la confiada entrega a Ella[8] .

          Debe estar el diácono preparado para ejercer la Diaconía de Cristo en estos tiempos que nos ha tocado vivir y, por tanto, dispuesto para emprender iniciativas encaminadas al alivio del sufrimiento ajeno estudiando en cada momento los recursos y conocimientos que se ponen a su alcance teniendo siempre presente la Doctrina Social de la Iglesia tantas veces olvidada por todos.

FRANCISCO LOPEZ

Diácono (permanente)







[1] Cf. Hch 6, 1-6.


[2] Cf. Jn 13, 1-17.


[3] Cf. Mc 10, 45.


[4] Ignacio de Antioquía. Carta a los Tralianos 2,3; Cf LG 41.


[5] Cf. Directorio 55


[6] Cf. ROBPD 207.


[7] Cf. Mc 10, 45; ROBPD 49.


[8] Cf. Directorio 56.